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Buenos Aires, ciudad educadora

lunes, 27 de septiembre de 2010

Censo 2010 - Para conocernos mejor...

¿Cuántas computadoras hay?
¿Quiénes saben cómo usarla?
Con estas preguntas, el censo 2010 determinará por primera vez cuál es el grado de alfabetización digital de los argentinos y cuán lejos estamos de ser un país sin brechas tecnológicas.

El próximo 27 de octubre, 650 mil censistas saldrán a recorrer el país para conocer quiénes son y cómo vive cada una de las personas que habitan el territorio argentino que, se estima, serán más de 40 millones. Preguntarán sobre el uso de las computadoras pero también querrán saber cuántas son las parejas del mismo sexo, quiénes son descendientes africanos, cuántas personas componen los pueblos originarios y quiénes tienen algún tipo de discapacidad. Hasta ahora todos estas preguntas habían sido ignoradas década tras década.

Pero el nuevo censo intentará esclarecer estas cuestiones en un momento en que la pieza fundamental de la organización, el Indec, sufre una profunda crisis de credibilidad.

Sus cifras son constantemente cuestionadas desde los ámbitos académicos y la Asociación de Estudios de Población de la Argentina, que dirige Alicia Fernández, una de las demógrafos más prestigiosas del país, sostuvo que el organismo no está en condiciones de realizar el censo.

El artículo 47 de la Constitución Nacional establece la obligatoriedad de realizar un censo de población, familia y vivienda en los años terminados en cero. A pesar de esa obligación, los últimos dos censos se realizaron con demora en 1991 y 2001.

Llevar adelante este censo insumirá 303 millones de pesos y tres años de trabajo —dos para prepararlo y uno más para procesar los datos—. Se movilizarán miles de censistas y todas las fuerzas de seguridad estarán a disposición del operativo. Ese día será feriado nacional, no habrá espectáculos ni comercios. El país entero entrará en una especie de letargo aún mayor que un día de elecciones.

¿Por qué semejante despliegue? Porque resulta imposible diseñar políticas públicas sin esos datos. Tampoco saber cuántos diputados le corresponden a cada provincia. La veracidad de esa información y lo que se haga después con ella excede la necesidad de contar con una radiografía de los argentinos.

Los censos permiten saber cuántas personas viven en un país y en qué condiciones: desde su educación, su vivienda, cómo se conforma su familia, qué acceso a la salud tienen sus integrantes y el grado de fecundidad de las mujeres. Ningún otro tipo de estudio puede mostrar con ese nivel de exactitud a los argentinos ya que son entrevistadas cada una de las personas. Y el único en condiciones —por la complejidad y los recursos que se necesitan— de poder hacerlo es el Estado.

“Toda la valiosísima información que recaban será utilizada durante toda la década siguiente; de ahí la importancia de su planificación adecuada para que los datos sean de alta calidad y confiabilidad”, señala un documento de AEPA.

Desde el Gobierno, en cambio, los organizadores del Censo sostienen que esta nueva versión apuntará a la inclusión de los sectores excluidos. Así, por primera vez se preguntará sobre el uso de computadoras, algo que en 2001 todavía resultaba lejano. Además de determinar cuál es la brecha digital, el objetivo es tener una referencia para el año próximo poder medir el impacto del programa Conectar Igualdad. Con ese plan, el Gobierno busca repartir netbooks a todos los alumnos secundarios pero también abrir una puerta de ingreso a las familias que aún no tienen acceso a esa tecnología.

En 2001, el matrimonio gay también parecía muy lejano. Por eso, por primera vez estas parejas podrán ser reconocidas como tal, estén o no casadas. Hasta ahora, si un jefe de hogar vivía con una persona del mismo sexo, el sistema con el que se procesaban los datos no lo reconocía.

El censo también indagará sobres los afrodescendientes, de quienes no se tiene registros oficiales desde el censo de 1895.

Los pueblos originarios ya habían sido incluidos en el censo 2001, aunque sólo se preguntaba si había alguien en la familia. Esta vez, se preguntará a cada uno de los integrantes si pertenece a algún grupo indígena. Lo mismo ocurre con las personas con discapacidad. El cuestionario indagaba sobre discapacidades en los miembros inferiores pero nada decía sobre los superiores.

La idea del censo es que cada una de las personas que ese día están en la Argentina sean censadas. Los turistas que están de paso, los navegantes en altamar y hasta las parejas sorprendidas en un hotel alojamiento. Todos serán censados en el lugar en el que se encuentren —aunque en el caso de los hoteles, será el conserje quien pase la información al censista—.

El censo es obligatorio y quienes se nieguen a responder pueden ser multados. ¿Pero cómo saber a quién abrir la puerta? En principio, el censista no tiene porque entrar a la casa —los buenos modales corren por cuenta de cada uno— y en los edificios se lo puede recibir en el hall. El censista deberá presentar su DNI y una credencial que recién se conocerá dos días antes de la fecha del censo. Además llevará un morral con el logo oficial. Los censistas irán de a dos, uno por cada vereda, también para su propia protección, mientras que las fuerzas armadas y de seguridad estarán patrullando las calles como ocurre en un día de elección.

Al menos un integrante de la familia que conozca la información de todos deberá esperar al censista. Una vez terminado el cuestionario, se colocará un calco en la puerta y ya no habrá necesidad de permanecer en la casa.

Los primeros resultados estarán el 20 de diciembre. Para los finales habrá que esperar un año más. Sólo entonces, se sabrá cómo rindió examen el Indec.