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Buenos Aires, ciudad educadora

lunes, 7 de septiembre de 2009

Lo que nos dicen los nombres de las calles


Los nombres de las calles porteñas:

una mirada sesgada de la historia


Si la historia la escriben los que ganan, parece ser que a los nombres de las calles de Buenos Aires también. Surgidos en las postrimerías de la derrota de los federales ante los unitarios, en la puja por la definición de un modelo de hegemonía nacional -en la segunda mitad del siglo XIX- los nombres de las calles porteñas traslucen una mirada sesgada de la historia. Militares, juristas, políticos, batallas: más de dos mil nombres repartidos por la Ciudad, pero con grandes ausencias y figuras olvidadas. Y si bien hablar de unitarios y federales es una simplificación que deja de lado numerosos matices e intereses cruzados, lo cierto es que los nombres de los líderes, caudillos y batallas de los federales fueron borrados de un plumazo a la hora de ponerle nombre a las arterias de la Capital.

"El de Buenos Aires es un callejero muy cuestionable, con ausencias y presencias muy grosas. El triunfo de los unitarios, luego rebautizados liberales, fue un triunfo sin perdón, sin amnistía. Como puede verse en la historia oficial, se evidencia la intención de denigrar y desalojar a los adversarios", señala a Clarín el escritor e historiador Mario "Pacho" O´Donnell.

¿Quiénes serían esos grandes ausentes? "Por ejemplo -dice O'Donnell- no existen calles que lleven el nombre de caudillos federales que lo merecerían: Estanislao López, Francisco Ramírez, Juan Bautista Bustos, Alejandro Heredia, Chacho Peñaloza, Felipe Varela. Eso es una injusticia, porque además de personajes de nuestra historia fueron también importantes en la guerra de la independencia, pusieron el cuerpo en las batallas. Hay calle Quiroga, y por supuesto no hay calle Rosas, más allá de que es una figura sobre la que se puede polemizar mucho".

El escritor recuerda el conflicto desatado cuando propuso darle el nombre de avenida Rosas a un sector de la avenida Sarmiento, entre el monumento a los Españoles y Plaza Italia. "Un sector de la avenida donde no vive nadie. La idea era que se cruzaran Sarmiento, Rosas y San Martín -Libertador-, pero despertó una gran polémica, fue muy discutido y no se aprobó".


Un capítulo aparte merecen algunas estatuas de la ciudad, como el monumento a Lavalle -en la plaza del mismo nombre, frente a tribunales- o el de Sarmiento, en Palermo. Y si bien O'Donnell aclara que él no propone el cambio de los nombres de las calles porque en general estos proyectos no cuentan con el apoyo de los vecinos, sí cuestiona el lugar donde están emplazados en la Ciudad algunos monumentos. "Entre otras barbaridades, se impone cambiar el lugar del monumento a Lavalle, que en una actitud aberrante se lo erigió frente al solar de los Dorrego. Con lo cual se sigue insultando la memoria de ese gran patriota, Dorrego, y la del propio Lavalle, cuyo mérito mayor no fue fusilar a Dorrego sino haber sido un valiente jefe de caballería que se lució a las órdenes de San Martín y Bolívar", señala O'Donnell.

La otra estatua cuestionada por el historiador es la de Domingo Faustino Sarmiento, la maravillosa escultura de cuerpo entero del artista francés Auguste Rodin, y que está semioculta entre los matorrales de Palermo, frente al monumento de los Españoles. "Insólitamente se buscó ubicarla en el lugar donde estuvo el dormitorio de Rosas -asegura O'Donnell- en la casa que luego fue volada, el 3 de febrero de 1899, justamente en el aniversario de la batalla de Caseros. Pero tuvieron que hacer un trabajo de investigación para ubicar dónde estaba el dormitorio de Rosas. Como en el caso de Dorrego y Lavalle, esto denigra tanto a Rosas como a Sarmiento. Esta circunstancia dio lugar a un comentario irónico de Aurelia Velez, la amante de Sarmiento, quien al enterarse le escribió a una amiga: 'pobre Domingo Faustino, hasta la eternidad en la cama con el tirano'".


También hay calles cuestionadas. "Las calles que no deberían estar, los que no merecen una calle, como por ejemplo Manuel García, que fue el traidor a la Patria que a instancias de Rivadavia y cumpliendo con los deseos de Gran Bretaña entregó la Banda Oriental a Brasil, a pesar de que habían vencido en las batallas de Ituzaingó y Juncal", señala O'Donnell. "Hay que hacer algunas de estas modificaciones, sería un espacio de reconciliación necesaria y permitiría cerrar una herida abierta que sigue supurando", concluye.

Otro historiador que ha analizado el significado de los nombres de las calles de la ciudad, Eduardo Lazzari, recuerda que fue una ordenanza de 1893 -y una ordenanza complementaria de 1904- la que estableció los nombres y reordenó toda la ciudad, "habida cuenta de que se repetían los nombres, ya que eran tres ciudades diferentes: Buenos Aires propiamente dicha (se federalizó en 1880), San José de Flores y Belgrano. Y en ese reordenamiento se respetaron los viejos limites: por eso los nombres cambian de nombres en algunas avenidas. La Ciudad está dividida en seis polígonos, y por eso las calles cambian de nombre en las avenidas Rivadavia, La Plata, Caseros, Constituyentes, Dorrego y Warnes".¿Cuál es idea con la que se pusieron los nombres a las calles?

"Por un lado -sostiene Lazzari- eliminar la discusión de la historia, en un momento de auge de la historiografía liberal, encabezada por Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, que ignoraron el conflicto entre unitarios y federales, sacando a los federales". "A su vez -agrega- se respetaron algunos nombres que Buenos Aires tenía incorporados de la guerra civil, donde quizás el ejemplo más brutal sea el de la estación 11 de Setiembre, que recuerda la revolución que separó a Buenos Aires de la Confederación, el 11 de setiembre de 1852. Incluso algunos nombres, como el de la calle Vicente López, debería ser Vicente López y Planes, para que quedara claro que se trata del redactor del himno y gobernador de la provincia de Buenos Aires, quien firmó el acuerdo de San Nicolás, y que además era funcionario de Rosas. Pero se le dejó sólo Vicente López, con lo cual se lo confunde con el hijo que es uno de los paradigmas de los historiadores liberales".


¿Cuáles son los grandes excluidos de esta historia?

"Lo más notorio son las ausencias de los caudillos federales y las ausencias de las mujeres -parcialmente salvada con las calles de Puerto Madero-. O la presencia de la plaza Aramburu, nombres que fueron impuestos y no discutidos en la Legislatura", señala Lazzari. "También hay otros que persisten en la memoria más allá de los cambios. La gente sigue hablando de la calle Canning -ahora Scalabrini Ortiz-. Canning fue el primer ministro inglés que reconoció la independencia argentina, pero su nombre fue cambiado".

Como bien recuerda O'Donnell, "en los países más civilizados no son aceptadas las calles con nombres de batallas libradas entre hermanos". Pero la mayoría de las calles porteñas que llevan nombres de batallas, 76 en total, dan cuenta en su mayor parte de esos enfrentamientos internos que abrieron zanjas históricas entre Buenos Aires y el resto del país. Alcanza con salir un poco de la Ciudad, ir a La Matanza por ejemplo, para encontrarse con una avenida Rosas.